lunes, 16 de noviembre de 2009

VALIENTE IGNORANCIA

Es complicado poder definirse a uno mismo, pocas veces lo he intentado, pero estos días no lo he podido evitar. En un principio consideraba como una facultad poder confiar en la gente, siempre he buscado algo positivo en lo que agarrarme a las nuevas personas que conozco, y así creer en la bondad de estas. Ahora sé que he rebasado la frontera de la confianza hasta convertirme en un absoluto ignorante.

Todo parte de un viaje en solitario que embarqué hacía Pekín pocos días atrás, ya os explicaré en otro artículo el motivo, llegué contento y con muchas ganas de descubrir otra ciudad. Lo primero que hice fue ir hasta mi hostal situado en el centro de la ciudad y dejar la maleta. El lugar era confortable, agradable y con un ambiente juvenil que me hizo sentirme a gusto, “esto marcha” me dije. Sin pensarlo dos veces y bien abrigado decidí dar un paseo por el centro y ver la ciudad prohibida y la plaza de Tiananmen. Llegando a mi destino un joven chino se acercó, me preguntó de donde era y qué hacía por la ciudad, yo antes de nada le analicé, sus pintas eran muy normales, tendría unos 23 años y más bien cara de panolis, “no hay peligro” pensé. Tuvimos una agradable conversación en la que finalmente me ofreció dar un paseo y explicarme los lugares que yo quería visitar, su excusa para ese extraño comportamiento era que quería practicar inglés, yo lo creí. Durante aproximadamente una hora, eso hicimos, paseamos por la inmensa capital, yo estaba contento, no estaba sólo y encima gozaba de la amable compañía de un desconocido que hacía de “guía turístico”. Una vez transcurrido ese tiempo, me comentó si me apetecía un té, es la bebida por excelencia china, no quería ser descortés y menos después de lo que estaba haciendo él por mí, por tanto le dije sí. Entramos en una casa del té, no tenía mala pinta, eché un vistazo rápido a la carta, pero mi nuevo amigo le dio el visto bueno a lo que teníamos delante, no me preocupó, eran sólo hierbas. En la mesa había muchos recipientes con té de diferente clases, la camarera empezó a explicar en chino las cualidades de cada uno, y el colega me lo traducía al inglés, íbamos probándolos, fueron unos 15 diferentes con sus respectivos y extraños rituales antes de cada sorbo, “tradición china” imaginé. Para terminar nos tomamos una cerveza, no sé cuanto tiempo había pasado, pero yo quería proseguir con mi visita turística. Tenía claro que le iba a invitar, me había contado que era estudiante de comunicación y no hay que ser muy listo para saber que cualquier gasto que se puedan evitar es de gran ayuda.

La misma señorita que nos había atendido y preparado la cata trajo la cuenta, me la dio a mí, la miré y sorprendido dije “is impossible” la cantidad era la no despreciable cifra de 1200 RMB o 120 euros. Yo no me podía creer la situación, una cuenta desorbitada, una camarera hablándome en chino sin parar y mi acompañante intentando explicarme que el precio cuadraba. Me puse nervioso no sabía que hacer, el puto chino se puso a llorar “lo que faltaba, el desgraciado se siente culpable” pensaba. Pero la fiesta acababa de empezar, inmediatamente después de sus lágrimas, escuché “i have forgotten to take money” ¿podía pasar algo más? Finalmente y tras varios minutos de discusión pagué con tarjeta. Mi cara era un poema y la del chino parecía la de un cordero degollado. Es una cantidad importante de dinero pero yo creía firmemente que la culpa era de los dos, así que le dije que necesitaba su mitad, me explicó que tenía que pedírselo a varios amigos, que era mucho para él, pero que mañana sin falta me la daría, también le creí. Estuvimos una media hora más paseando, él me seguía explicando y preguntado, pero yo sólo pensaba en la estocada que había recibido mi bolsillo. Me acompañó a mi hostal, casi llorando otra vez, sentenció que al día siguiente me llamaría.

Después de descansar unas horitas, decidí salir a cenar y no darle más vueltas al asunto. Era imposible, mi cabeza no dejaba de recordar lo sucedido, me llegué a sentir mal, pensaba “pobre chico, seguro que su familia humilde se esfuerza por mandar al primogénito a estudiar a la gran ciudad, y encima él tiene que pedir ahora dinero a sus amigos” la hamburguesa no me estaba sentando muy bien y los remordimientos iban creciendo por segundos. Finalmente tomé una decisión “que me pague lo que pueda aunque sea menos de la mitad”. Unos segundos después sonó el teléfono, era mi hermana, le conté la historia y cuando terminé me dijo “hermano te han estafado”. Al parecer, y según me contó, en las grandes ciudades chinas es un timo muy común, se compinchan una casa de té y una persona joven, bien vestida, con conocimientos de inglés, don de gentes y gran habilidad para la interpretación.

Ya os imagináis el final ¿verdad? Aun estoy esperando el dinero, y claro que le llamé, pero nadie respondió nunca. Ahora todos tendréis mil soluciones en la cabeza, “yo me hubiera ido corriendo” “yo le hubiera reventado la cara al chino” o “yo me hubiera esperado a que llegara la policía”. Lo cierto es que no hice nada de eso, ni tampoco sé si hubiera valido de algo, recordad que esto no es Europa y no es fácil comunicarse, actúe de esa forma y ya no hay vuelta atrás. Me tocó la china, sí, pero he aprendido una gran lección que jamás olvidaré.