La Revolución del Jazmín ha llegado al gigante asiático, pero la intensidad de las manifestaciones apenas se sienten ni se conocen. Hace tres semanas empezaron en las principales ciudades de China pequeñas concentraciones con el objetivo de hacerse escuchar, de hacer ver a los gobernantes y a la sociedad que China también puede dar un vuelco a su situación política y demostrar así, que la voz del pueblo unida no entiende de fronteras.
Las altas esferas del gobierno no están dispuestas a que estos hechos tengan trascendencia y sean conocidos y difundidos por los medios de comunicación o blogs personales. Para ello están utilizando todo tipo de artimañas y métodos nada éticos. Las concentraciones pacíficas y silenciosas, se producen en calles céntricas de las diferentes ciudades, en el caso de Pekín la gente se congrega cada domingo, sobre las 2 de la tarde en una calle comercial, wangfujing.
Desde el primer día que se produjeron la policía ha estado presente, intimidando, enturbiando e impidiendo cualquier muestra o gesto de libertad. Mediante la comunicación en las redes sociales este movimiento llegó a la conclusión de que para evitar males mayores lo mejor era congregarse, cada domingo, pero intentando pasar como turistas o curiosos que simplemente están en dicho lugar por casualidad. La policía no hace distinciones, y aunque a decir verdad son pocos los que se concentran, arrestan a cualquiera que les parezca que pueda tener intenciones de ultrajar al gobierno.
Además de los policías de uniforme hay cientos de ellos que van de incógnito, aunque son fáciles de identificar. Graban con sus cámaras a los allí presentes, un método muy recurrido para sembrar el miedo. Los periodistas son capítulo aparte. La gran mayoría son extranjeros que trabajan para medios de sus países. No dejan grabar ni hacer fotografías y si alguien desobedece sus órdenes son arrestados. Ya ha sucedido varias veces como posiblemente ya sepáis. De todas formas no es fácil llegar allí, el control policial que realizan en los alrededores es cuanto menos asombroso y piden el pasaporte a todo aquel que se acerca.
Los periodistas que trabajamos para medios chinos por lo visto no somos tanta amenaza, al fin y al cabo trabajamos para ellos, luego quizás seamos sumisos camaradas, ilusos. No obstante nos han advertido que “por nuestra propia seguridad” no nos acerquemos. Personalmente no me han dicho nada acerca de escribir lo que veo y siento, así que como veis estoy corriendo el riesgo.
Están nerviosos y se les nota, aunque la situación no da para tanto. China en estos momentos no reúne las características para ser un país que se envuelva en una revolución de cambios tan profundos. La situación económica del país, el número de desempleados o la calidad de vida de sus ciudadanos no alimenta en demasía el malestar del pueblo chino. De cualquier forma, se deben producir cambios sustanciosos en los próximos años que hagan ver la voluntad del gobierno por hacer un giro en sus políticas y el respeto de las libertades. La paciencia, virtud de los chinos, no durará para siempre.